Luisa Cuesta

Es un ícono de la búsqueda de los desaparecidos durante la última dictadura militar. Fue presa, exiliada y portavoz de la organización de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos durante casi veinte años. Hace dos años, decidió cesar en sus apariciones públicas. La vejez, argumenta, aunque disimula con creces sus 91 años, sólo cuantificables por su pelo blanco y las arrugas de sus arrugas. Pero Luisa Cuesta sigue siendo joven. En la calidez de su rostro afable, en su sonrisa sincera. En su frescura de moza. En su compostura de roble. Y en la fuerza maternal con la que sigue marchando, en silencio, cada otoño.


Luisa Cuesta, en su casa, durante la entrevista.

 


Nebio

-Usted era muy joven cuando desapareció Nebio, su hijo…

-Pah…y no era muy joven, ya no me acuerdo cuantos años tenía, pero era muy joven.

-Usted no era una militante política.

-No, no, yo trabajaba en un taller de chapa y pintura en un escritorio y me jubilé en ese mismo escritorio.

 -Pero Nebio sí militaba.

-Era maoísta. Había ido a China, por eso estaba con Mao. No iba todo el mundo a China, y él estuvo un tiempo allá.

-Luisa, ¿de dónde sacó Nebio su faceta militante?

-Y habrá sido de mi hermano ¿no? Porque yo nunca le inculqué la política ni nunca le dije nada, pero claro… Él veía cómo actuaba también en todas las cosas. Y desde chico… vamos a decir… era rebelde por nacimiento yo creo.

-Cuéntenos de su hermano, Gerardo Cuesta.

-A él lo echaron, lo sacaron de Montevideo y lo mandaron a Mercedes a nuestra casa. Le pusieron un milico también y el milico estaba en la esquina de casa, pero yo no sabía que era milico y Gerardo no había dicho nada. Él estaba en casa con toda la familia y yo un día vengo y le digo: “pero qué pesado aquél que debe tener una novia acá en el barrio y no sale de la esquina” y me dice: “Me está cuidando nomás”. Le pregunté: “¿Cómo que te está cuidando?”, y me dijo “Sí, es un milico”. “Ahhhh, pero me lo hubieras dicho antes -le dije- porque yo canto cuando paso para el trabajo y pasé al lado del milico cantando”. Le dije a mi hermano lo que hacía y me dijo que me iba a tener que matar… “¿Y qué querías que hiciera? ¿Que le diga buenos días al señor?


El exilio

-Sabés que yo me fui… realmente no sé las cosas que hago. Debo estar media… Pero de repente dije: me voy a Holanda a ver a mi nieta Soledad y se acabó. Y me fui. Nadie me creía que me iba porque claro, no le había dicho a nadie que viajaba. Y de repente decidí irme para Holanda…

– ¿Y cómo fue eso de volver a Holanda?

– Y bueno… como yo ya la conocía Armsterdam, esta vez conocí otros lugares que no había conocido. Yo siempre estuve ahí porque trabajaba en Amsterdam. Entonces yo dije “Bueno tá, me voy para Holanda y voy a ver qué hago”. Cuando le dije acá a la familia, todo el mundo contento: “Ah qué bien, andate a ver si te mejorás que esto que lo otro”. La cuestión es que me fui para Holanda y estuve un mes y me vine ahora, no hace mucho. Ya había ido unos cuantos años y fallé un año que dije “no voy” y bueno, me quedé atorada con ese año que no había ido, y como mi nieta había tenido una nenita que iba a cumplir un año, dije “Si fui a ver al otro cuando nació, a esta tengo que ir a verla aún nacida.  Pero me animé. Hasta ahora sigue preguntando “¿Y abu?”.

-¿Qué representa Holanda para usted?

-Le tuve tanta bronca a Holanda… que podría estar con el pasaje en la mano, pero no había caso, yo no. El profesor me decía “Luisa ya sabés hablar, ahora hablá” y yo le decía “¡Nunca, nunca!”, y nunca saqué pasaporte ni nada holandés por cabezona, nada más que por cabezona porque lo podría haber hecho.

-¿Y por qué no le gustaba Holanda?

-No me gustaba Holanda porque yo no quería ir a otro país. Yo primero fui a Buenos Aires. Había régimen de represión en Uruguay. A mí me habían llevado presa acá y me habían tenido un año. Me dieron la libertad un mes antes del año, y en eso me avisan que a Nebio, mi hijo, no lo encontraban. Lo buscaban en las cárceles y en todos lados y no lo encontraban. Y yo no me podía ir del país porque la dictadura no me dejaba. Pensé: “Bueno, ¿qué hago? (…) Me voy, si me bajan, me bajan. Y subía los peldaños para el avión y daba un paso y decía “me bajan”, el otro, “me bajan”. Pero no me bajaron. Y llegué a Buenos Aires a buscar a Nebio y empecé a buscarlo, pero… la desesperación, ¿te das cuenta? Ya en Buenos Aires, me encontré con Michelini.


De regreso

-Y cuando volvió a Uruguay siguió buscando.

-Sí, claro, seguí buscando. Yo estaba con Familiares, y si alguien tenía que salir a decir algo, Luisa. Y yo iba. Parecía que me dictaban lo que decía porque nunca sabía lo que iba a decir. Yo subía arriba de los estrados esos y me preguntaba “qué digo”. Y de repente parecía que me alumbraba y hablaba. Pero después tenía que preguntar lo que había dicho porque no me acordaba. Llamaba las compañeras por teléfono. Una vez hablé de los que hablaban acá de los niños chorros. Me hablaban a mí que los niños eran ladrones y me puse histérica. Lo primero que dije fue que no podía sentir hablar a los mayores de niños chorros. A ver qué eran los niños chorros que había en Uruguay. Y después llamé a una compañera y le dije “Decime, ¿qué dije yo de los niños chorros?” Todos sabían lo que había dicho. Y yo siempre decía que para mí me dictaban las cosas, porque yo no las pensaba.

-Se sigue hablando de los niños chorros.

-Pero qué le vas a hacer, es la sociedad que tenemos. ¿Cómo la cambiamos? Si me lo decís a mí antes de que me muera… total… falta poquito. Pero los que van a pasar mal son ustedes, los más jóvenes.

-Es la misma sociedad que mantuvo la Ley de Caducidad.

-¡Y qué querés, si el nuevo presidente no quiere ni que se hable de la Ley de Caducidad ni de los que están desaparecidos! Cuando llegó, el nuevo presidente (José Mujica) no quiso hacer nada. Porque para él estaban mejor los milicos que los desaparecidos. Me hizo agarrar unas rabietas… Pareciera que están de acuerdo entre ellos, se acomodan. No sabes por qué ni cómo.

-Habla del vínculo entre Mujica y los militares.

-Sí.

-Hace poco los Familiares fueron recibidos por Mujica. ¿Cómo fue ese encuentro?

-Y ahí estaba tan unido, tan unido a nosotros, que terminó diciendo que él era anarquista y le dije “Ah, qué suerte, mi papá también”.

-¿Y él qué le contestó?

-Nada.

-¿Qué resultado tuvo esa reunión?

-Sí, nos prometió cosas pero pasaron por alto. Ya ves, recién ahora están nombrando gente para seguir buscando (a los desaparecidos). Quiere decir que pasó por alto todo.

-¿Se sentían más cómodos con el gobierno de Tabaré Vázquez?

-Imaginate que nosotros en el gobierno de Tabaré teníamos un lugar dentro del gobierno, junto con la gente de la Universidad. Ahora nombraron de nuevo a uno de los compañeros que estaban y estamos esperando que la gente de la Universidad vuelva a trabajar también. Aunque hubiera cosas que no nos gustaran mucho…

-El Nunca Más, por ejemplo.

-Por ejemplo. Se repetía la teoría de los dos demonios. Igualaban a los desaparecidos con los milicos.

-¿Vázquez era más comprensivo con los Familiares?

-Sí. Hubo cosas que no estábamos de acuerdo y que él dejó de lado. Frente a esto lo preferimos, toda la vida.

-Y con Jorge Batlle, ¿cómo era el vínculo?

-Les iba a mostrar la foto en la que Batlle me hace la venia, tengo que buscarla.

-¿Qué sintió cuando le dijo que se paraba ante usted como ante su mamá?

-Me hacía sentarme al lado de él, y yo me sentaba. Después no lo he visto más ni hablé más con él. El día en que murió su mamá vino y me dijo “murió mi mamá”…

-¿Y qué le contestó?

-Que semejante grandulón…

-Lo retó, como si fuera su mamá.

-(Silencio).

-¿Cómo evalúa el trabajo de la Comisión para la Paz?

-Se hizo algo al principio… Nosotros veníamos de muchos años sin respuestas, sin salida, y él nos ayudó.

-¿Y con Sanguinetti?

-¡Nooooooooo! No puedo ni verlo, ni verlo. A Sanguinetti si habremos ido a decirle cosas, más de una vez. Pareciera que ahora todavía tiene la vergüenza de querer volver a aparecer. Uno lo ve con ganas de hacer algo. Lo ve con ganas de volver.

-Usted tuvo sus discrepancias con el último plebiscito, el de la papeleta rosada.

-Cuando tiraron la propuesta arriba de la mesa, estaba en Holanda. Me enojo siempre con los del PVP, se manejan mal. El Partido Comunista también, busca sacar siempre una tajada. Mi hermano era primero anarco y después se hizo comunista, pero esto nunca pasó en el Partido Comunista. Los desconozco. Ahora ya lo ves, llegaron a un diputado. La lucha de Familiares no tiene bandera, y ellos querían para ellos la lucha de Familiares.

-¿Cómo se procesó esa discusión?

-Y se encontraron que había una cantidad de familiares que no querían estar con ellos. No entienden que nuestra causa no tiene banderías políticas. La Marcha del Silencio tampoco las tiene.


Galería

Marcha del silencio. Desde 1996 miles de personas marchan en busca de verdad y justicia, pidiendo saber el paradero de sus familiares desaparecidos en la última dictadura (1973-1985). La movilización comienza frente al monumento a los desaparecidos y culmina en Plaza Libertad.

Integrantes del grupo de trabajo

Sebastián Viera 4.668.682-6

Bruno Leal 4.260.662-4

Gonzalo Villalba 5.013.217-8